Si te riges por las limitaciones corporales de espacio y tiempo, hace como una década de la revolución estilística que fue Black Up, el debut de Shabazz Palaces – uno de los discos más importantes de la década de los 2010 según Pitchfork - pero el proyecto ideado por el vocalista y productor Ishmael Butler va más allá de consideraciones gravitacionales o medidas terrenales, heredero directo de las imaginaciones astrales de Sun Ra, George Clinton, Octavia Butler y Alice Coltrane. Técnicamente viven en Seattle, pero su sonido proviene de algún lugar más cercano a Alpha Centauri que a Alki Beach.
En su incansable esfuerzo por reimaginar el hip-hop, Butler continúa siendo uno de los principales visionarios del último cuarto de siglo. Reachin (A New Refutation of Time and Space), su primer LP al frente de Digable Planets, referenciaba a Miles Davis en la primera mitad de su título. 27 años más tarde, Butler es uno de los discípulos aventajados del extraño legado del maestro de la trompeta – aún innovando cuando se adentra en su cuarta década en activo – reconstruyendo y expandiendo las posibilidades del sonido en colaboraciones con artistas afines como Flying Lotus, Thundercat, Battles o Animal Collective, o como invitado por grandes como Radiohead o Lauryn Hill en sus giras americanas.
Es hip-hop, dub, jazz, R&B, soul, funk, música africana, experimental y a veces hasta pop, pero a lo largo de cinco LPs, Shabazz Palaces han definido los límites fluídos de su propio género, mostrando el talento de Butler como conducto del sonido y la experiencia, alimentado ahora por la experiencia de ver a su hijo Jazz convertido en la estrella internacional Lil Tracy y consiguiendo algo imposible para muchos artistas veteranos: absorber el sonido de los jóvenes de hoy y filtrarlo por su propia visión, escupiendo poemas convexos de cadencia salvaje, freestyling con la sabiduría que otorga la edad y la pasión frenética del que aún quiere demostrar y convencer.