"La letra X marca el lugar, cruzándolo, literalmente, con una cruz. Es el anterior, el ex-. El antiguo amor referido simplemente como 'un ex'. Ex es el prefijo latino que significa 'fuera'. Exterior, una salida. Extraordinario. Excelente. Es excitante. Generación X. Expendiente X. X es lo desconocido. X es Extreme"
Extreme es el décimo LP de Molly Nilsson. Grabado en 2019 y durante la pandemia en 2020 en su casa en Berlín, Extreme es una desviación para Molly, una explosión de amor furioso. Un disco de himnos para la generación abandonada, empapado de alegría pero que a la vez ofrece consuelo, repleto de guitarras distorsionadas, casi metaleras, y estribillos del tamaño de un planeta. Un disco de su tiempo, por su tiempo y para la gente. Es un disco sobre el poder. Sobre cómo combatirlo, conseguirlo y compartirlo.
Extreme arranca con guitarras potentes, un beat con doble bombo y un icónico estribillo: 'Soy yo contra el agujero negro en en centro de la galaxia'. La voz de Molly muestra una seguridad absoluta con una canción que es una llamada a las armas, suplicando por el aquí y ahora, aspirando a tomar el poder. Temas recurrentes en su carrera como el empoderamiento femenino y la subversión del patriarcado con más estribillos marca de la casa ('Las mujeres no tienen sitio en este mundo', pero es el mundo el que no está a la altura). Música de estadio con un punto brumoso, puños en alto y una convicción y honestidad propia del mejor Springsteen, al que también recuerda la disonancia cognitiva entre las cadencias de la música y la furia de las letras. Pero el empoderamiento no es solo la energía de la rabia, lo que demuestra con himnos al cuerpo femenino y la soberanía de las mujeres sobre él. Versos como 'Amo mi útero, entra, me siento tan viva' se muestran a la vez enojados y llenos de amor en un contexto en el que en lugares como Texas se sigue legislando contra los derechos reproductivos de las mujeres. También dedica letras a la lucha entre la juventud y la autoridad, a cuestionar qué es realmente el éxito - el éxito es una herramienta de poder y no la necesitamos -, Molly muestra el camino y nos anima a evitar la pureza y abrazar el glorioso y exuberante desorden emocional en el que estamos como medio para vencer a las estructuras de poder que necesitan que todo sea perfecto, un tema recurrente a lo largo del disco que su presencia cálida y reconfortante no hace sino reafirmar.
Eso sí, cuando Molly tira de punk pop, consigue los estribillos con más gancho a este lado de The Bangles o The Nerves. Es en Pompeii donde Nilsson entrega el emocional y épico hit rompecorazones que hay en todos sus discos - 1995 en Zenith o Days of Dust en Twenty Twenty - con una letra que rezuma tristeza trascendental, una dolorosa poesía que atraviesa la verdad del corazón como las mejores líneas de Leonard Cohen, solo que ella lo hace con un amor que eleva y afirma la vida, y ahí es donde reside la esencia de Molly Nilsson: convertir pequeños pedazos de verdades personales en grandes y generosos momentos universales que invitan a llorar, a amar y a luchar contra el poder de facto.