Idris Ackamoor es una rara avis. Hijo al mismo tiempo de Cecil Taylor, Fela Kuti y Sun Ra, su figura, música e identidad sobresalen de forma natural por encima de cualquier manifestación actual. Taylor le transmitió el conocimiento musical; de Kuti cogió la fuerza teatral y el ávido comentario sociopolítico; y de la mitología de Sun Ra derivaron las creencias y modismos que remiten al Antiguo Egipto.
Tras la personalidad y el énfasis afrofuturista se esconde Bruce Baker, nacido en Chicago y que en la primera mitad de los 70 lideró a los Pyramids y fundó en San Francisco la compañía Cultural Odyssey, donde desarrolla proyectos . Es, además de músico, compositor y saxofonista, bailarín, actor, empresario y productor.
Un artista que se hizo a sí mismo a partir de los tres álbumes que la formación se auto-editó en 1973, 1974 y 1976 pero que permaneció como una figura de culto hasta que el sello inglés Strut decidió incorporarlo a su nómina de legendarias reinserciones.
La música de la actual Idris Ackamoor & The Pyramids es justo lo que cualquier digger esperaba habiendo escuchado los intensos registros de los 70: la dirección rítmica del afrobeat y la furiosa llama del jazz libre en el núcleo. “We Be All Africans” fue en 2016 como un viaje en el tiempo: nada había cambiado y ese disco, esa portada y esa música podía pertenecer perfectamente a la segunda mitad de los 70. Los espíritus de Byard Lancaster o Hannibal Marvin Peterson estaban mirando.
Con su segundo álbum tras la reactivación, “An Angel Fell” (2018), siguen por la misma ruta: un llamamiento cósmico a base de la fusión intrépida y experta de influencias jazzísticas, africanas y occidentales.