Parte sueño febril en tecnicolor, parte travesura dadaísta polirrítmica, Chak Chak Chak Chak es el nuevo disco del vanguardista cantautor colombiano Julián Mayorga, un álbum que da vida a su psicodelia absurdista impregnada de post-cumbia.
Desde el fértil caldero de su actual residencia en Madrid, donde ha vivido durante los últimos diez años, Mayorga ha dado un paso convencido hacia la autoproclamada “rebelión del timbre”. Inspirado por los sonidos de instrumentos musicales no convencionales –sartenes, morteros, cuchillos y platos– su primer LP para Glitterbeat (y noveno en total) cuaja con una energía asombrosa y un ingenio satírico.
Las canciones de Mayorga son construcciones fértiles y multidimensionales. Evocan las ilusorias tierras marginales que surgen donde lo urbano y lo rural se encuentran, y hacen eco de recuerdos originarios de los barrios obreros de su Tolima natal, lugares repletos de pintura y mugre, vitalidad y color.
Como se escucha en el animado y chucho tema “El día que Tolima se hundió hasta el fondo del mar” y en el disparatado discurso vaquero de “Arda la ciudad cuando arrecie el monte”, las vistas de Chak Chak Chak Chak están a veces marcadas por un modelo agrario decididamente anticapitalista de futurismo andino. “Cuando regreso a Colombia, siempre paso varios días en el campo”, explica Mayorga, “siempre me parece que la gente de allí vive en el futuro, en una comunidad casi anárquica que existe más allá de la intermediación de la policía o el estado”.
Al encontrar una inspiración más profunda para sus fábulas en los escritos mágicos de autores latinoamericanos como Juan Rulfo, María Luisa Bombal, Jorge Eduardo Eielson, Reinaldo Arenas y el poeta británico Brian Catling, la música de Mayorga transmuta los restos de deformidad, desesperación y asco en formas de canciones quiméricas y frenéticas, repletas de dioses ratas, perros diabólicos, pueblos fantasmas y basiliscos de dólar verde. Con el celo de un surrealista, rehace sónicamente lo grotesco y lo horripilante.
Chak Chak Chak Chak resalta vívidamente el trabajo radicalizado de Mayorga con la guitarra, un enfoque fertil que hace referencia a los estilos angulares de héroes de culto como Kiko Dinucci (Meta Meta), Marc Ribot y especialmente Arto Lindsay. Cabalgando sobre este ingenioso entramado, inyecta al álbum interpretaciones vocales marcadas por veloces conjuros, gritos y alaridos animalescos y un balbuceo psicológico, y una dispersión rítmica generada a través de electrónica modificada, instrumentos de percusión tradicionales (tambora y guacharaca) y objetos reutilizados (bidones gigantes de petróleo y chatarra diversa).
De hecho, no es de extrañar que Mayorga cuente como influencias afines a músicos raros y atrevidos que desafían los modismos, como Tom Zé, Tom Waits, Renaldo and the Loaf, Captain Beefheart o The Residents (cuyo clásico de 1978, “Semolina”, se reconfigura aquí en una embriagadora carrera de locomotora).
“Hemos rezado a una zarigüeya gigante y feroz para que baje del cielo a vengarnos”, escribe Mayorga en las notas del álbum. “Cómete a los ricos, le imploramos, y él nos responde con una música espesa, una mezcla de silbidos y estrépito, los huesos de los más ricos: Chak-Chak-Chak-Chak”.
Las alegorías poco convencionales y las andanadas anticapitalistas del álbum rezuman travesuras tropicales, ruido distópico y amor por los bestiarios folclóricos. Son un asalto gloriosamente desconcertante a los tótems de la hegemonía y la tiranía: cultural, personal, política y musical. Un motor cíborg sónico implacable, mitad máquina, mitad humano, con engranajes chisporroteantes, dientes rechinantes y ruedas dentadas tartamudeantes que rechinan contra la metralla a la que alude el título onomatopéyico del álbum.
Chak Chak Chak Chak es Julian Mayorga adivinando el oro en medio de la inmundicia. “Necesitamos dar a luz a la belleza, el mundo necesita… la gente necesita conmoverse. “Nuestro destino manifiesto es adentrarnos en la belleza del universo”, afirma, antes de añadir con ironía: “Resulta que me encanta la idea de la belleza en la decadencia, en la fealdad e incluso en la muerte”.